Tardamos unas dos horas en realizar la visita y entonces fuimos caminando hasta la Grande Plage. Allí comimos en restaurante con vistas al mar, llamado Arroka. Pedimos unas pizzas y estaban bastante buenas, a un precio razonable. También probamos la Burguer Basque que tenía en vez de carne de hamburguesa, lomo. Curioso pero rico.
Una de las cosas que más me gusta de este pueblo es su arquitectura. Sus edificios afrancesados son preciosos. Los tonos pastel, los tejados de pizarra... Lo cierto es que hay auténticos palacetes.
Después de comer cogimos la ruta que lleva al faro de Biarritz y subimos arriba. Son más de 200 escaleras pero las vistas son increíble. Yo lo recomiendo al 100% (y eso que tengo un poco de miedo a las alturas). Cuesta 2.50 € (2 € hasta 16 años). Aunque no vayas a subir, merece la pena acercarte a verlo y admirar las vistas desde abajo de toda la costa.
Después del turismo, tocó un ratito de compras en las galerías Lafayette. Para terminar el día, vimos el atardecer y nos comimos un crepe buenísimo en Bleue de Toi. El mío era de Nutella y nata y ¡ñam!
Posdata: Además era Haloween y estaba todo decorado.
L.
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